Gripe aviar: alerta mundial ante negligencia oficial y privada
Farmacéuticas y gobiernos ignoran advertencias sobre el H5N1; la falta de acción inmediata recuerda errores cometidos antes de la pandemia de COVID-19.
Gripe aviar: alerta mundial ante negligencia oficial y privada
La amenaza de la gripe aviar H5N1 ha dejado de ser una preocupación aislada para convertirse en un riesgo inminente de pandemia mundial. Lo más alarmante no es solo la rápida propagación del virus —que en poco más de un año ha infectado a vacas, aves, otros mamíferos y seres humanos—, sino la actitud negligente de farmacéuticas y gobiernos, quienes, nuevamente, priorizan intereses económicos sobre la salud pública.
Desde su aparición en 2024 en un hato lechero de Texas, el H5N1 ha avanzado sin un control eficaz. Hoy se cuentan 70 casos humanos y una muerte en EE.UU., mientras que el virus se adapta y fortalece. Los expertos advierten: cada contagio es una oportunidad para que el virus mute y se vuelva más transmisible o más mortal.
Advertencias ignoradas, historia repetida
La doctora Kay Russo, veterinaria de Colorado, lo dijo sin rodeos: «Estamos perdiendo la pelea». Sus palabras resuenan con las advertencias desoídas en los inicios de la pandemia de COVID-19. «Sabíamos cómo actuar, pero se priorizaron los intereses económicos», denunció Russo, señalando que en el caso de la gripe aviar, la situación es similar: la ciencia tiene herramientas para frenar al H5N1, pero la falta de voluntad política y la codicia empresarial lo impiden.
Durante el COVID-19, ya era conocido el riesgo de las enfermedades zoonóticas y las medidas de control básicas, como mejorar el manejo del agua y el saneamiento en granjas y mercados. Sin embargo, las farmacéuticas centraron sus esfuerzos en desarrollar tratamientos y vacunas rentables en lugar de atacar las causas raíz de los brotes.
Con la gripe aviar, la historia se repite: científicos han señalado que un control más estricto del agua de consumo animal, acompañado de una bioseguridad mejorada, podría evitar la expansión del virus. Pese a ello, medidas simples han sido ignoradas.
En estados como Texas, el gobernador Greg Abbott fue alertado tempranamente sobre la necesidad de reforzar controles sanitarios en granjas lecheras, pero, según fuentes internas, las recomendaciones fueron minimizadas para no afectar los intereses de los grandes productores agroindustriales. Hoy, Texas sigue siendo uno de los principales focos de infección.
Una respuesta fragmentada y tardía
El gobierno de Joe Biden tardó un mes en ordenar pruebas de detección en el ganado movilizado entre estados y diez meses en lanzar un programa de análisis de leche cruda. Mientras tanto, la administración de Donald Trump, en su retorno al poder, desmanteló equipos científicos clave y congeló fondos esenciales, como el destinado al desarrollo de una nueva vacuna contra el H5N1 por parte de Moderna.
Esta parálisis institucional ha dejado al país en una situación precaria: estados con protocolos desiguales, industrias ganaderas y avícolas sin directrices claras, y una población general sin conciencia plena del riesgo.
Farmacéuticas: entre la especulación y la omisión
Aunque existen vacunas experimentales contra el H5N1, tanto para humanos como para aves, la falta de interés comercial ha frenado su desarrollo y distribución. Una vacuna aprobada podría proteger a millones, pero también podría afectar acuerdos comerciales, dado que varios países no aceptan aves vacunadas como aptas para la exportación.
Este conflicto de intereses ha llevado a que las grandes farmacéuticas posterguen avances vitales en favor de mantener mercados abiertos, dejando expuestos a trabajadores agrícolas y consumidores.
La evolución del riesgo
El doctor Kamran Khan, especialista en enfermedades infecciosas, advirtió que cada infección representa una oportunidad para que el virus se vuelva más letal o resistente a los tratamientos. «Estamos viendo una evolución darwiniana acelerada. No es cuestión de si ocurrirá una pandemia, sino de cuándo», alertó.
El problema es aún más grave si se considera que varios casos recientes de infección humana no tienen conexión con animales enfermos, lo que sugiere que la transmisión entre humanos podría ya estar comenzando.
El precio de la inacción
Mientras las advertencias se multiplican, la realidad en el terreno es sombría: decenas de millones de aves sacrificadas, precios de alimentos disparados, trabajadores infectados y comunidades rurales al borde de un colapso sanitario.
«Estamos jugando con fuego», resumió Kay Russo. Y una vez más, como ocurrió en 2020, la falta de visión a largo plazo y el sometimiento a intereses económicos amenazan con convertir una crisis evitable en una tragedia global.
La historia nos enseñó con COVID-19 que actuar tarde tiene un precio inmenso. ¿Aprenderemos esta vez?